sábado, 6 de noviembre de 2010

....La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla...

Una vez terminado el Concurso de Relatos, nos complace compartir con todos los usuarios, un escrito que, amablemente nos regaló el Señor Daryus.

El segundo día amaneció con niebla, salí al exterior de la cabaña a empaparme del aroma a humedad. El bosque, antiguo permanecía en calma. Tenía esa sensación como que el tiempo se detiene cuando todo a tú alrededor se vuelve translucido, sin color. En el claro frente a mi se veía un sol lánguido mas parecía una luna llena en pleno día. Permanecí inmóvil, fusionado con el ambiente, sentía las perlas que la niebla depositaba sobre mi piel, frías, ancestrales. El suave aletear de un búho hizo que mi vello se erizase, mas que escucharlo note su presencia, lo percibí acechante, fuera de lugar y fuera de su horario. Recordé las historias que Ruth y Lucia contaban en el coche mientras conducía por esa carretera tortuosa y oscura, sobre todo al pasar por esas inmensas ruinas, semiocultas por la maleza. Note un pinchazo desde la espalda a la nuca, un latigazo que en otras circunstancias llamaría miedo. Deseche ese pensamiento volviendo al interior, la lumbre chisporroteaba con fuerza y el olor a café recién hecho inundaba mis pulmones. Agradecí la suave caricia del calor y me fije en el reloj, había permanecido casi dos horas en el exterior, me sentí intranquilo, no podía ser, si había estado solo un momento. Deje que ese pensamiento fluyese y se apartase de mi, me auto convencí que habría mirado mal el reloj al levantarme. Me asome a la habitación, sobre la cama las piernas abiertas y el culo de Lucy se distinguían en la penumbra, aun olía a sexo desbordado en la estancia, a su lado sobre la alfombra, Ruth, acurrucada dormía placida, el collar de su cuello atado con la cadena. Prepare el desayuno dejándoles dormir un poco más. Hoy tocaba buscar amanitas y boletus, había llovido días antes y la temperatura se mantenía dentro de lo aceptable. De todas formas había sido una buena idea salir de puente y buscar la energía de los bosques. Además tenia ganas de verlas a cuatro patas, olisqueando, avanzando penetrando en el bosque. A Ruth se le había ocurrido la tarde anterior coger unos monguis, decía que eran fantásticos, que la percepción de la realidad se distorsionaba tanto que era maravilloso. En un principio me opuse pero después de valorar posibilidades me pareció una buena idea, solo era cuestión de tomar alguna precaución. Dispuse el desayuno sobre la mesa cerca del hogar, Café, leche, fruta y lo que sobraba del bizcocho que habíamos comprado en un pueblo por el que pasmos. Hice unas tortillas con los hongos, las envolví y prepare el almuerzo, un poco de fruta, pan y una botella de vino y otra de agua que guarde en la mochila. Desperté a las chicas, las desate y las mande a la ducha, escuchaba sus risas entrecortadas y la alegría que irradiaban, los chapoteos del agua y supuse que estarían haciendo. En la ducha tenían permitido, tocarse, frotarse y correrse pero una a la otra no a si mismas y se que no desperdiciaban ocasión de hacer salir su celo. Lucia frotaba con fuerza el cuerpo de Ruth con la toalla al salir por la puerta, seguían joviales y risueñas, percibí un gesto avergonzado y en un susurro que se decían díselo tu, no tu y se fueron poniendo tensas. Por fin lucia hablo, Señor sabe que es hoy? fue una pregunta sin pregunta por que contesto ella misma. Mañana es Todos Santos y nos gustaría de alguna manera disfrazarnos. Queríamos pedirle permiso para hacerlo. Sonreí y en ese momento volvió a iluminarse el rostro de las dos. Se giraron a la vez, sobre la nalga derecha de las dos había como un tatuaje, una tela de araña que la cubría por completo, quedaba bien, entre las líneas azuladas. Ruth entro al dormitorio y salio con dos túnicas de gasas superpuestas casi transparentes. Seria divertido verlas así correteando entre los árboles, lo de andar a cuatro patas quedaría pospuesto para otra ocasión. Desayunamos entre risas y comentarios graciosos. Y con las cestas que llevaban ellas, las navajas y la mochila fuimos en busca de las amanitas. Las túnicas ondeaban, dibujaban sus cuerpos, los desnudaban, los cubrían, a veces la niebla se posaba sobre sus pezones resaltándolos más , a veces quietas la nalga ofrecía una imagen irreal, envueltas en maleza. Desde que salimos de casa la sensación que había tenido con el búho me perseguía. Estaba intranquilo, vigilado. Nos fuimos adentrando en el bosque, la niebla se espesaba, y la orientación empezaba a ser un problema. Algo tiraba de nosotros enmascarando el peligro. Los enormes árboles aparecían y desaparecían, jugaban a esconderse, la cortina de niebla se hacia opaca, Ruth y Lucy correteaban en círculos como animas vaporosas. Nos sentamos sobre unas rocas, ellas seguían riendo con caras felices ajenas al entorno. Eran tan diferentes las dos, Lucy, morena, con curvas, carnosa, golosa, voluptuosa extrovertida, Ruth, rubia, delicada, frágil, ofrecida, silenciosa y sin embargo hoy parecían idénticas, las caras sin el pelo que aparecían entre la niebla parecían el reflejo una de la otra. En la cara de Ruth cambio el gesto, como un velo que descubriese otra parte no mostrada. Sabe Señor que estas tierras pertenecieron a la familia de Lucy ? lo soltó con una voz atona, sin ningún tipo de entonación. Y como sabes tu eso? Volvieron las risas y el gesto alegre y mi pregunta se perdió en la humedad opaca. Esta vez fue Lucy la que hablo, no vi su cara pero su voz sonaba también sin ritmo, mecánica. Podíamos comer en las ruinas del antiguo hospital. Antes de que mis dudas se hicieran audibles volvían a reír y a danzar. Como sabia que estábamos tan cerca? Continuamos caminando y muy cerca empezó a dibujarse la silueta del edificio, a veces enrome, a veces un fragmento. Era como un esqueleto en la oscuridad iluminado con una linterna. Dispusieron la comida en una estancia que extrañamente estaba libre de alimañas y malas hierbas. Habían dejado de sonreír y se afanaban en su tarea, como si fuese un ritual, algo aprendido a base de repeticiones. Me ofrecieron un poco de vino, que disfrute contemplado la belleza de ambas en su afanosa tarea. Probé un poco de la tortilla, ellas comían y bebían en silencio, la cara tensa y la mirada perdida. El frío pareció intensificarse de golpe, note como una caricia helada que me traspaso de lado a lado, quise creer que fue una corriente de aire, en ese lugar era normal. Ruth se ofreció como guía para mostrarme el Hospital, el ala norte estaba casi completa, escaleras, tejado, ventanas, la central y la sur totalmente derruidas. Aquí hay poco que ver comente, lo interesante esta donde no se ve, contesto. Ya me estaba cansando de esa actitud, y a la vez empezaba a notar un calor interno. Empecé a ver las paredes blancas, embaldosadas hasta la mitad, el pasillo iluminado y las puertas cerradas, los fluorescentes crepitaban hasta iluminarse por completo y guardar silencio. Bajamos las escaleras, en el cartel decía sótano 1 . Ruth abría paso, me mostró unas celdas pequeñas, blancas, acolchadas. Según avanzábamos la luz menguaba. En uno de los cuartos había una mujer de espaldas sobre unos zapatos de tacón de aguja, blancos, unas medias también blancas enfundaban sus piernas amarradas a un liguero que oprimía ligeramente encima de su cintura, el culo era apretado, enmarcado por las tiras blancas, la espalda recta por los laterales sobresalían los globos de sus tetas y la cabellera rubia iba sujetada por algo blanco. No se giro al entrar nosotros. Frente a ella había un individuo atado a una camilla boca arriba con la cara tapada con una capucha con aberturas en los ojos, boca y nariz, intentaba atrapar con las manos a la mujer, su polla estaba enorme. La mujer la cogio con una mano y empezó a ordeñarla, en la otra llevaba una jeringuilla con un liquido azulado, la inyecto en la ingle a la derecha de la polla. Ya habéis llegado? dijo sin mas, si mama, respondió Ruth. Este es? Si Señora, respondió de nuevo. Tú hermana? Se quedo arriba, pero ya estará ocupando su lugar. Me había quedado sin habla, no sabia que hacer o que decir. Todo era tan real, pero era imposible, el edificio estaba abandonado, no había nada. El hombre se relajo por completo, y la polla seguía inmensa, ella lo soltó, se subió sobre el y lo cabalgo delante de nosotros. Mi polla también empezó a crecer, Ruth tiro de mi manga y salimos fuera, al salir vi una bata blanca, con un nombre perfectamente bordado en azul. Doctora Ruth Muscaria. Fuimos pasando por otras salas con las puertas abiertas de par en par. En la siguiente que me pare, había una mujer totalmente desnuda salvo la capucha como la anterior. Estaba a cuatro patas sobre una colchoneta en el suelo, metía un consolador enorme en su culo, en la puerta había un cartel Dilatación Anal. Ruth tiraba de mi nerviosa, pero aguantaba paciente si yo me paraba. El siguiente cartel era Electroestimulación, la sala estaba vacía en el centro había una silla metálica y junto a ella una mesa con pinzas, cables, y una especie de pera con mango de madera y de la que salía un cable, en el estante de abajo había varios aparatos mas, que yo no había visto nunca, pero supuse que se introducían en anos y vaginas y se le hacia pasar corriente por ellos, todos ideados para el sufrimiento o placer. En la siguiente me encontré una habitación totalmente alicatada en blanco con una argolla solamente en la pared de enfrente a dos metros de altura más o menos, Duchas Frías. Me había saltado las celdas del otro lado, me asome a una y vi dos cuerpos arrodillados follando brutalmente en silencio. Eran dos hombres con sus capuchas, el de atrás daba fuertes envites que el de adelante soportaba, caía sobre la cama y volvía a levantarse una y otra vez, parecían incansables. Arrastre a Ruth para que mirase, la mire de frente, bajo la mirada e intento zafarse de mi mano. Proseguí, los últimos cuartos junto a la escalera norte, estaban muy bien decorados y amueblados, una gran cama en el centro, cortinas, cojines de seda y en la pared enmarcados en satén rojo, infinidad de palas, fustas, látigos consoladores , arneses y correas. En la ultima, Lucy estaba sobre la cama lloraba, era como un gemido, a su lado la mujer rubia le gritaba, tan llorona como tu madre, cuando aprenderás que la que manda en esto soy yo. Ni tu padre, ni sus amigotes con todo su dinero, que me pagaron para convertir este hospital psiquiátrico en un burdel, la que manda soy yo. Intente correr y plantarle cara para proteger a Lucy, note un pinchazo en el brazo, me gire y vi a Ruth con una jeringuilla. Los intentos por avanzar se hicieron interminables, pasó una eternidad hasta que pude levantar la pierna derecha, no me respondía y al tocar suelo cedió, caía como flotando de una forma interminable. Note que un encapuchado me agarraba por los sobacos y me llevaba a una silla de ruedas. Volvió a gritar la mujer, ya era hora de que vinieseis iba dirigido a nosotros, se volvió, seguía desnuda. Intente mirar a sus ojos, pero mi mirada se quedo en sus tetas, era bella, muy bella, la misma cara que las chicas, con las facciones mas duras. Lucy se levantaba se había desnudado, sus tetas gordas se balanceaban con el gesto brusco. Ruth también se había desnudado, la Doctora la miraba, la acariciaba en la distancia, la tocaba, la ultrajaba, bajó la guardia. Desde atrás Lucy con un gesto rápido esposaba las manos, seguido paso un collar de piel por el cuello. La mujer empezó a proferir insultos pero Ruth ya la había tumbado en la cama y metido una mordaza en la boca. Del techo bajo una barra, como un trapecio, a la altura de los pies la paró y los ataron con unas tobilleras y empezaron a izarla, se revolvía, se sacudía y la cara estaba completamente roja. Lucy desencajada le gritaba, quieres sentir todo lo que nos has hecho pasar? pues lo sentirás y sin la mierda esa que nos inyectas a todos, lo vivirás con plena consciencia. No podía moverme, ni hablar. Acercaron al encapuchado que me recogió, seguía teniendo la polla enorme, la orientaron al culo y la siguieron izando, la espalda seguía sobre la cama y las piernas en alto. Le traspasaron los pezones con unos ganchos que habían descendido a la vez que el trapecio, broto un poco sangre que la cortaron con un líquido y unas gasas. En cuanto el encapuchado noto que entraba en el agujero empezó a empujar, la Doctora se sacudía con fuerza, mientras seguían izándola, vi como la polla se abría paso poco a poco, hasta que llego el culo a los huevos. La cara estaba desencajada, supuse que el dolor debería ser horrible, el hombre seguía empujando, embistiendo. Las chicas estaban desconocidas, tan dóciles, tan sumisas. Pusieron sobre la cama un bidón con grifo y patas, lo orientaron a la cabeza, hicieron coincidir el chorrito con la nariz y la boca de ella. El otro seguía empujando, le acercaron unos peldaños de madera, que subía alejándose de de su cometido y la izaban hasta que encajaban de nuevo, tensaban las cuerdas que tiraban los ganchos de los pezones. Ruth empezó a jugar con el coño- No era esto lo que decías, que el mayor placer que se le pude proporcionar a un hombre es hacerle una paja dentro del culo de una mujer, pues tu lo vas a comprobar. Se hecho lubricante en la mano, no creo que por facilitar la penetración, sino por acelerarla, metió dos dedos, tres, cuatro. Lucy la miraba satisfecha, eufórica, cinco y la mano se coló hasta la muñeca. Le quitaron la capucha al hombre, contempla tu obra le decían y jugaban con las cuerdas de las tetas, tensándolas, aflojándolas, tensadotas de nuevo. Cuando se desmayaba le acercaban el agua, a veces abrían mas chorro impidiéndole respirar. Ruth alternaba el ritmo de la mano en el coño con el de la polla en el culo. Empezaron a salir babas de la boca del hombre, Ruth saco la mano y se retiro, el hombre empezó a balancearse, tensaron mas las cuerdas de los pezones haciendo que se separase de la cama, las tetas estaban estiradas. Seguía babeando, al parecer iba a correrse, soltó un alarido y se fue hacia delante, el corpulento cuerpo cayo de bruces contra ella, las cuerdas saltaron silbando en el aire y la Doctora Muscaria cerro los ojos. Cogieron sus túnicas y me sacaron de allí, empezó a oler a humo, por el corredor iban abriendo todas las puertas, al llegar al extremo sur sonó un pitido estridente y la gente salía de sus celdas nos adelantaban por la escalera que yo subía a duras penas ayudado por ellas. En un despacho cerca de la puerta pararon a recoger una fotografía. Me sentaron en el suelo mientras la buscaban, volví a escuchar las risas de las chicas y sentía frío, un frío penetrante, empecé a mover la espalda y los brazos, mire a mi alrededor era de noche. El cielo tenia un color lechoso, habían encendido una hoguera, se movían a su alrededor danzando. Ruth hablaba, otro año que hemos encendido luces en la torre norte y volvían a reírse…

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Vincent Stephens

a lápiz.....

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